07 marzo 2018

Ética de San Juan de la Cruz

La crítica literaria ha impuesto una aproximación a las poesías de San Juan de la Cruz desde esta ladera, estimándolas como una simple expresión de amor. Esto es cierto, pero no es toda la historia. Nos recuerdan eminentes sanjuanistas que fray Juan de la Cruz no se pasaba todo el día como traspuesto, en un permanente transporte místico, sino que atendía a los deberes propios de su oficio. El relato de su vida es apasionante. Y sus escritos contienen, desde luego, valiosas enseñanzas morales. Sería un atrevimiento por mi parte intentar aquí y ahora ni tan siquiera una somera exposición de su doctrina moral. Pueden leerse, en este tiempo urgente, dos de sus escritos breves, preciosos, las cautelas [v] y los avisos a un religioso [v]. Yo me conformaré con dejar esta nótula a un parrafito de los avisos. Dice ahí San Juan de la Cruz:

"... Y todas estas mortificaciones y molestias debe sufrir con paciencia interior, callando por amor de Dios, entendiendo que no vino a la Religión para otra cosa sino para que lo labrasen así y fuese digno del cielo. Que, si para esto no fuera, no había para qué venir a la Religión, sino estarse en el mundo buscando su consuelo, honra y crédito y sus anchuras."

Y lo que me ha dejado pensativo al leer esto, yo que no soy hombre de religión, que no soy fraile de convento, es que en este pasaje San Juan tal vez gastase algo de ironía, puesto que me asombraría que de verdad pensase que en el mundo se encuentra consuelo, honra y crédito, y el mundo fuese en efecto ancho y no angosto. En apenas esta breve línea descubro que el mensaje ascético de San Juan de la Cruz va dirigido a todos, hombres de religión y hombres de mundo.

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