27 septiembre 2013

Un Goethe amigo de los bosques

Una nueva edición bilingüe del Fausto (19,95 euros), traducción de Pedro Gálvez [debolsillo] en papel ecológico, con el sello Der Blaue Engel: "La fabricación del papel utilizado para la impresión de este libro está certificada bajo las normas Der Blaue Engel, que acredita una fabricación con 100% de papelote posconsumo, destintado por flotación y ausencia de blanqueo con productos organoclorados. Por este motivo, Greenpeace acredita que este libro cumple los requisitos ambientales y sociales necesarios para ser considerado un libro "amigo de los bosques". El proyecto Libros Amigos de los Bosques [greenpeace] promueve la conservación y el uso sostenible de los bosques, en especial de los bosques primarios, los últimos bosques vírgenes del planeta".

No sé qué pensar de un libro impreso en papelote posconsumo. ¿Me sobrevivirá, como aquél manto al que se refiere Sócrates en el Fedón?

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17 septiembre 2013

El kibbutz del deseo

Todo libro tiene su edad, y aún no es el mismo libro a distinta altura de la vida del lector. Rayuela es novela de la juventud, pero Julio Cortázar, como don Quijote, frisaba la cincuentena cuando la publicó en 1963 y parece seguro que quiso retratar en la obra los anhelos y desengaños de su propia generación. Los lectores tal vez recorremos su misma trayectoria (que es la de cualquiera nacido de mujer), y conmigo se cumple, pues leí por primera vez Rayuela de adolescente, en 1979 (en un libro gris de la editorial Sudamericana que aún poseo, que compré en una librería de la calle Sierpes que ya no existe). Este verano del año que se celebra el cincuentenario de Rayuela, en que alcanzo la misma edad del autor, la he vuesto a leer con una perspectiva vital nueva y distinta sobre el mundo, la gente y la literatura. Hoy Rayuela me parece una obra literaria bella, emocionante, instructiva, necesaria.

Nada más haberla leído ahora he sentido también la necesidad de conocer mejor la biografía de Julio Cortázar. He ido a dar con una excelente, debida a Miguel Herráez (catedrático de la universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia): Julio Cortázar, una biografía revisada [ed. Alrevés]. Es una auténtica biografía literaria, porque demuestra la imbricación de vida y letras (en el caso de Cortázar), sin deslizarse a la pura crítica literaria o, del lado opuesto, al chismorreo, sino manteniéndose en un elegante término medio. Porque además la vida de Cortázar (que casi lo único que hizo en sus días fue leer y escribir, viajar y amar a las mujeres) es una vida literaria en grado ejemplar. 

Rayuela es ahora un clásico, la especie de libro que siempre merece ser leído. La mejor edición en España es la de Andrés Amorós [Cátedra], anotada como un virgilio, y es una lástima que por falta de caudales, o vaya usted a saber por qué, la Real Academia Española no haya patrocinado en  esta ocasión una "edición conmemorativa" (2014 es el centenario de Cortázar), como sí hizo con Cien años de soledad [rae] o con La ciudad y los perros [rae]. Que Rayuela sea leída en muchas lenguas (v.gr. en polaco: Gra w klasy, traducción de Zofia Chądzyńska [wiki]) es un buen indicador del valor universal de la novela, contrastado por miríadas de lectores, devotos y estudiosos.

Rayuela es tan universal como el Quijote, hasta el punto de que como el paradigma cervantino es una parábola del desengaño y de la derrota de los ideales en el choque con la realidad. Una se despliega por los caminos de La Mancha, y otra, por las calles de París y de Buenos Aires. Don Quijote, trastornado de tanto leer novelas de caballerías, cree su misión derrotar enemigos, y Horacio Oliveira, otro gran lector trastornado, anhela una vida mejor, un kibbutz del deseo. Como el caballero andante tuvo a Sancho Panza de escudero, Oliveira tuvo una amante (la Maga) y un amigo (Traveler). Don Quijote siempre regresa con melancolía a la aldea, apaleado, enjaulado o derrotado por el bachiller. En Rayuela, Oliveira también padece la experiencia de la derrota y la degradación, juntándose a una clocharde (capítulo 36) o volviéndose loco en el mismo manicomio (capítulo 56). La belleza poética y literaria apenas encubre la crudeza de la realidad humana.

Por eso Rayuela es un clásico, porque hace de la vida literatura. Y es lo que buscamos los lectores en los buenos libros: reconocer nuestra propia peripecia vital en las fábulas. No hay gran historia sin dolor, contrariedad y pecado, como en los relatos de las vidas de San Agustín, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola o San Antonio María Claret. Pero la literatura, como pensaba Miguel de Cervantes, es encubrimiento de lo humano. Julio Cortázar encubre en Rayuela el patetismo del relato con el expediente de que el lector sea dueño de decidir cómo ha de leer, interrupiendo la narración a cada paso con textos extravagantes. Cortázar quiere que el lector guarde las distancias con la tragicomedia que le presenta. Por eso Rayuela, como el Quijote, pertenece al género cómico. Aunque el personaje de la novela que nos parece más risible, Berthe Trépat (capítulo 23), como cualquier figura de la vida real, acaba por resultarnos patético y lastimoso. Es la misma ambigüedad cervantina.

El lector con oído percibe en el Quijote un rumor continuo y la irrupción a cada paso de música, cantares, poemas y romances en el transcurso de las aventuras. La fiesta (como aquella de las bodas de Camacho) mitigan la seriedad con el regocijo. Es el ideal estético cervantino: que "el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla". En Rayuela las lecturas de otros lados, o la escucha de música de jazz o de Arnold Schoenberg, cumplen esa misma función de distraer al lector del melodrama que lee, intercalando como Cervantes en la narración principal otras historias accesorias.

Ambas novelas cumplen la paradoja de la máxima universalidad en la mínima localidad. Don Quijote cabalga por los caminos polvorientos de La Mancha, y cada personaje que se encuentra habla como sabe. En Rayuela, cada personaje habla como es. Es una novela escrita en argentino (una novela donde se ceba mate en lugar de moler café) y este particularismo extremo, que en parte la hace intraducible, es la clave de su universalidad, que todo lector entiende aunque no sepa inglés, francés o porteño. Es la manera de representarnos el desarraigo del hombre sobre la tierra, encarnado en Horacio Oliveira, a caballo entre París y Buenos Aires, como el mismo Julio Cortázar.

La historia de don Quijote y la novela Rayuela son tristes, porque Dios no aparece por lugar alguno. Don Quijote y Sancho Panza hablan mucho de religión, pero nada de sus creencias. Tampoco en Rayuela Dios existe, sea en París o en Buenos Aires, y por eso la esperanza de los personajes es siempre defectiva, entreverada de desesperación: un kibbutz del deseo. Santo Tomás de Aquino decía que en esta vida no podemos alcanzar la felicidad verdadera (perfecta et vera beatitudo non potest haberi in hac vita [cth]). Esa esperanza de felicidad, o kibbutz del deseo, es la que todos buscamos en el amor y la amistad, como los mismos personajes de la novela, porque también decía Santo Tomás, repitiendo a Aristóteles, que el hombre feliz necesita de amigos (si loquamur de felicitate praesentis vitae, sicut philosophus dicit in IX Ethic., felix indiget amicis [cth]). El fondo de tristeza de esta novela, que sea tal vez lo que atraiga a sus lectores jóvenes, es lo que asegura su extrema humanidad, apenas velada en literatura, música y poesía.


Imágenes: Cortázar invitado en la universidad de Berkeley, California (1980) [via], placa en la casa de la rue Martel de París [via], y cubierta de la edición polaca de Rayuela.

02 septiembre 2013

Los escritores y el erario público

APROBACIÓN. Por comisión del señor Doctor Gutierre de Cetina, vicario general desta villa de Madrid, corte de Su Majestad, he visto este libro de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él cosa indigna de un cristiano celo ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo ni virtudes morales... 

Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos; y tocando a caso en este que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que así en Francia como en los reinos sus confinantes se tenían sus obras: La Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria, la primera parte desta y las Novelas. Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: «¿Pues a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?». Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza, y dijo: «Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo». 

Bien creo que está, para censura, un poco larga...

EL LICENCIADO MÁRQUEZ TORRES

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30 julio 2013

Un valor refugio


"Alcanzándome un programa impreso en papel crema, Don Pérez me condujo a mi platea. Fila nueve, ligeramente hacia la derecha: el perfecto equilibrio acústico. Conozco bien el teatro Corona y sé que tiene caprichos de mujer histérica. A mis amigos les aconsejo que no acepten jamás la fila trece, porque hay una especie de pozo de aire donde no entra la música; ni tampoco el lado izquierdo de las tertulias, porque al igual que en el Teatro Comunale de Florencia, algunos instrumentos dan la impresión de apartarse de la orquesta, flotar en el aire, y es así como una flauta puede ponerse a sonar a tres metros de uno mientras el resto continúa correctamente en la escena, lo cual sería pintoresco pero muy poco agradable. Le eché una mirada al programa. Tendríamos El sueño de una noche de verano, Don Juan, El mar y la Quinta sinfonía. No pude menos de reírme al pensar en el Maestro. Una vez más el viejo zorro había ordenado su programa de concierto con esa insolente arbitrariedad estética que encubría un profundo olfato psicológico, rasgo común en los régisseurs de music—hall, los virtuosos de piano y los match—makers de lucha libre. Sólo yo de puro aburrido podía meterme en un concierto donde después de Strauss, Debussy, y sobre el pucho Beethoven contra todos los mandatos humanos y divinos. Pero el Maestro, que conocía a su público, armaba conciertos para los habituales del teatro Corona, es decir gente tranquila y bien dispuesta que prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer, y que exige ante todo profundo respeto por su digestión y su tranquilidad. Con Mendelssohn se pondrían cómodos, después el Don Juan generoso y redondo, con tonaditas silbables. Debussy los haría sentirse artistas, porque no cualquiera entiende su música. Y luego el Plato fuerte, el gran masaje vibratorio beethoveniano, así llama el destino a la puerta, la V de la victoria, el sordo genial, y después volando a casa que mañana hay un trabajo loco en la oficina..."

Fragmento del relato "Las Ménades", de Final de juego (1956). Julio Cortázar, valor literario "refugio" en tiempos desabridos. Lectura recomendada para el verano (para quien guste).

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24 julio 2013

Sansón


Los príncipes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y para hacer grandes festejos. Ellos decían: «Nuestro dios nos ha puesto en las manos a Sansón, nuestro enemigo». Y al verlo, la gente alababa a su dios, diciendo: «Nuestro dios nos ha puesto en las manos a Sansón, nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas». Cuando todos estuvieron muy alegres, dijeron: «Llamen a Sansón para que nos divierta». Entonces trajeron a Sansón de la cárcel, y él estuvo haciendo piruetas delante de todos. Después lo pusieron de pie entre las columnas. Sansón dijo al niño que lo llevaba de la mano: «Déjame palpar las columnas que sostienen la casa, para apoyarme en ellas». El edificio estaba repleto de hombres y mujeres. Allí estaban todos los príncipes de los filisteos, y en la azotea había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían mirando a Sansón. Entonces Sansón invocó al Señor, con estas palabras: «Señor, acuérdate de mí y devuélveme la fuerza por esta sola vez, para que pueda vengarme de los filisteos, de un solo golpe, por la pérdida de mis dos ojos». Luego palpó las dos columnas centrales que sostenían el edificio, y se apoyó contra ellas, poniendo sobre una su brazo derecho y sobre la otra su brazo izquierdo. Y exclamó: «¡Muera yo junto con los filisteos!». Después empujó con toda su fuerza, y el edificio se desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente allí reunida. ¡Los que él mató al morir fueron más numerosos que los que había matado en toda su vida! (Jueces 16 : 23-30).

Imagen: "Sansón destruye el templo de los filisteos" (1484), Bartolomeo Bellano, Basilica del Santo, Padova [via].

26 junio 2013

Comunista y latinista


"Sabe latín", ha sido el comentario. Antonio Maíllo (el orator de la imagen), elegido nuevo coordinador de la coalición Izquierda Unida de Andalucía, sabe latín. Maíllo es profesor de instituto, y estudió lenguas clásicas en Sevilla [El País]. Parece que haya provocado sorpresa que un comunista sepa latín, como si los latinistas hubiesen de ser siempre por fuerza señores de derechas, o si los comunistas hubiesen de ser gente del pueblo en el peor sentido. No se acuerdan ya de Agustín García Calvo (1926-2012), profesor en la universidad de Sevilla y en la Complutense, traductor de Heráclito, Lucrecio y Shakespeare, que si no militó en el partido comunista, cuando menos sí que fue un ácrata notorio. Ni tampoco de aquel ministro de Franco, Solís, que se hizo famoso por el lema (no se sabe si apócrifo) de "más gimnasia y menos latín".

El latín no es de derechas. Aunque si estudiar latín sea de derechas o de izquierdas, me parece una pregunta impertinente (lo mismo que si leer a Rafael Alberti y Pablo Neruda o, del otro lado, a Dámaso Alonso y Luís Rosales). Tampoco el amor o el odio son sentimientos particulares de las izquierdas o las derechas, sino de todo hombre o mujer que viene a este mundo. Destra e sinistra [Bobbio] son un esquema distributivo de las ideologías y los partidos políticos, no de los hombres ni de los estudios y artes. El cultivo de la humanidad [Nusbaum], los estudios liberales sólo prosperan en libertad e igualdad (non est discipulus super magistrum; perfectus autem omnis erit sicut magister eius, Lc 6,40). Aunque a algún demente se lo parezca, ni Virgilio es un facha, ni Lucrecio un rojo, antes los dos han de interesar a todos. Virgilio, cantor de la patria, debe ser un caso que interese a un marxista. Y del otro lado, el materialismo de Lucrecio pudiese fundar un despotismo del signo que fuere, fascista o comunista.

Mi afición a las lenguas clásicas no es nada poética, pues me viene de un estudio tan desabrido como el derecho. No me parece exagerado afirmar que el derecho que hoy se practica en Europa no es sino el derecho de Roma, aplicado a las necesidades del tiempo. El profesor de filosofía del derecho en la UCA (Jerez Fra.), Francisco Carpintero, tampoco duda que Tomás de Aquino, en sus tratados de lege y de iure de la Suma Teológica, es el máximo analista de la jurisprudencia romana. El jurista occidental es un jurista romano, pues si el derecho es una forma de razonar, el derecho romano, que es un derecho prudencial, ha modelado la mente de los juristas de occidente, aunque hoy el latín se quiera reducir al adorno de brocardos latinos en los escritos forenses [L'Ape Latina].

El latín es valioso como instrumento auxiliar de las ciencias sociales (decir que su valor es instrumental no es menosprecio, porque toda lengua es instrumento de comunicación, y nada más). Por eso habría que caer en la cuenta del interés que los estudios clásicos tuvieron en la antigua URSS [csmonitor]. La tradición latina interesa al materialismo histórico. En su aspecto más inmediato, la historia de Roma siempre instruye sobre el origen del poder, sobre las pugnas y antagonismos de clase, sobre las relaciones de la ciudad de Roma y los pueblos sojuzgados, sobre el sostenimiento de un extenso ejército de ocupación nutrido de mercenarios, y sobre la explotación económica de las provincias.

Pero hay algo más, que es la cultura romana como depósito ideológico. Es propio de cada cultura inculcar insensiblemente las ideas y creencias vigentes. Platón explica en su diálogo sobre la República el empleo de la poesía en la educación de los jóvenes. Por eso hay quien (como Karl Popper) tienen al pensamiento político platónico como una prefiguración del totalitarismo, que consiste en la imposición de las ideas a la realidad. Son los filósofos críticos, como fueron Marx-Engels (Die deutsche Ideologie. Kritik der neuesten deutschen Philosophie in ihren Repräsentanten Feuerbach, B. Bauer und Stirner, und des deutschen Sozialismus in seinen verschiedenen Propheten [marxist.org]) quienes denuncian el uso interesado de las doctrinas, la religión y las artes, como justificación de un estado de hecho de explotación o alienación. Nihil novum sub sole

La pregunta constante hoy, que casi se ha abandonado ya el latín en las escuelas, es por qué estudiar latin [nytimes]. Seguramente hoy los motivos han de ser muy distintos del estudio del inglés. En los días de Marco Tulio Cicerón, los jóvenes de familias distinguidas de Roma estudiaban griego y hacían un viaje de estudios a Atenas, igual que hoy los jóvenes estudiantes de inglés van en verano a Londres, Nueva York o Dublín. Pero el griego del siglo I a.C., sobre su innegable valor cultural, interesaba entonces, como hoy el inglés, por los intercambios, el comercio y los viajes. El griego era la lengua internacional de la antigüedad. Así se explica que el evangelio primitivamente se divulgase en griego en la comunidad de cristianos de Roma, que la formaban muchos judíos transeúntes del Mediterráneo (caso de Aquila y Priscilla, compañeros de Pablo de Tarso). De seguir el ejemplo de los antiguos romanos, hoy no habríamos de estudiar como ellos el griego, ni menos el latín, sino la lengua internacional de la ciencia, los negocios y los viajes, que es el inglés.

En los días de Tomás de Aquino, la lengua internacional de los estudios era el latín, que consentía a un escolar de Nápoles matricularse en la universidad de París. No era la lengua latina un objeto del estudio (no había latinistas), sino el vehículo lingüístico de la ciencia: el derecho, la medicina o la teología. Aunque el mismo Tomás es, además de excelente escolar, un modelo de escritura precisa: Stilus brevis, grata facundia; celsa, firma, clara sententia [Lumen Ecclesiae]. El latín era entonces, como ahora lo es el inglés, la música de la ciencia.

La tradición latina ya no se identifica con ninguna ideología. La iglesia católica perpetúa el uso del latín [vaticano], pero el cristianismo es una religión, no un movimiento político (y algunos pensamos que tampoco un sistema de doctrinas, al menos preponderantemente). El latín es de todos, y puede ser también la lengua de traducción de Das Kommunistische Manifest seu Praeconium Communisticum. El latín es hoy una auténtica lengua global, en que se difunden las noticias del mundo [Ephemeris].

La mejor razón para estudiar hoy latín, la tradición latina, es que nos hace herederos del humanismo romano y europeo, que es universal, y no toma partido por ningún interés particular, de clase o ideológico. El latinista hoy no es un egipticista sino un hombre de su tiempo. Contemplando el pasado, proyecta su visión al futuro. El latín nos hace más hombres, más dignos y elevados, y por eso molestos al poderoso, a quien gustaría que el ciudadano corriente se limitase a descansar mirando el televisor.

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29 mayo 2013

Liberalidad

Regreso a las lecturas nobles, y ahora a la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Es un promontorio de la ética de occidente, donde todo lo humano parece reducirse a un álgebra del más, de lo menos y del justo medio. Es lo que cabe esperar en la peculiar atmósfera mercantil de la cuenca mediterránea. No debe escandalizarnos este fisicalismo aristotélico, porque en nuestra habla llana quedan trazas de esta forma de ver las relaciones humanas (como cuando decimos que "hay que guardar las distancias", porque así es que unos y otros ocupamos un lugar, que puede medirse y ubicarse). Lo falso es lo que dice aquel proverbio rebelde de que nadie es más que nadie. Aunque participemos de una misma naturaleza, todos somos unos más que otros en algo que se pueda medir (edad, salud, prosperidad, fortuna, honor). Por lo común un joven está más sano que un anciano, y éste es más experimentado que aquél, por ejemplo.

Mucho habría que hablar de Aristóteles. Su ética es una construcción racional, que se funda en una mirada científica y geométrica sobre la conducta humana. Pero leída paso a paso, no se separa de los hallazgos comunes que cualquier observador puede advertir en su trato con los semejantes (repárese en que prójimo, o próximo, y semejante, son nociones éticas y geométricas a un tiempo). Leyendo lo que dice el estagirita sobre la liberalidad (la virtud moral que consiste en distribuir alguien generosamente sus bienes sin esperar recompensa), he tropezado con un pasaje del libro IV (Eth. Nic. 1120a) que he leído antes en otro lugar.

Dice Aristóteles: Gratifica más dar que recibir [καὶ ἡ χάρις τῷ διδόντι, οὐ τῷ μὴ λαμβάνοντι - kai hē kharis tō didonti, ou tō mē lambanonti] [Perseus]. Santo Tomás de Aquino repite esta máxima en la Summa Teologica, IIª-IIae, q.117 a.4 co. [corpusth]: ex maiori virtute procedit quod aliquis emittat pecuniam dando eam aliis, quam expendendo eam circa seipsum ("obra con más excelencia quien se desprende de la riqueza dándola a otros, que gastándosela para sí").

El pasaje paralelo es de los Hechos de los Apóstoles (Act 20,35), del discurso de Pablo en Mileto a los jefes de la comunidad de Éfeso, en que el apóstol les recordaba un dicho de Jesús: meminisse verborum Domini Iesu, quoniam ipse dixit: “Beatius est magis dare quam accipere”, 'Da más felicidad dar que recibir' [μακάριόν ἐστι μᾶλλον διδόναι ἢ λαμβάνειν - Makarion estin mallon didonai ē lambanein].

El paralelo es conocido, y manifiesta simplemente el ambiente cultural helénico en que se movían Pablo el apóstol y Lucas el evangelista, donde tal vez no se conservase memoria de que esa máxima, tan clara, tan natural, trasmitida como saber mostrenco, ya había sido dicha por Aristóteles siglos atrás. Pero tampoco debe verse en el discurso de Pablo en Mileto el retrato de un supuesto Jesús helénico y aristotélico 'avant la lettre'. La máxima no está atestiguada por los otros evangelistas, pero no es lo importante que de hecho hubiese sido parte del repertorio auténtico de los verba Iesu, o bien invención retórica de Pablo o de Lucas (uno predicando y otro redactando). La originalidad de Jesús no está en sus palabras, de las que pueden rastrearse antecedentes en la tradición judía (su mismo mandato de amar al prójimo), sino en el arrepentimiento y la esperanza que vino a anunciarnos, que trascienden cualquier fórmula verbal, porque no están en la mente o en lengua sino en el corazón. Por eso la predicación de Jesús sobreabunda a la doctrina de Aristóteles. Donde Aristóteles hace un cálculo de ventajas e intereses materiales, Jesús pensaba en el amor que mueve a dar, mejor que recibir.

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21 mayo 2013

Revilla o el político

Con tantos libros nobles pendientes encima de la mesa, he tenido la flaqueza de leer este frío fin de semana de Pentecostés las memorias de Miguel Ángel Revilla, Nadie es más que nadie, que se está vendiendo como rosquillas. El libro me ha parecido sencillito de leer, entretenido, y me ha recordado una lectura de adolescencia, el Mirabeau o el politico de José Ortega y Gasset (que he extraviado), porque estoy persuadido de que Miguel Ángel Revilla es otro ejemplar del político, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a la acción pública.

Menos que unas memorias, este libro tan liviano se queda en unas simples impresiones, confidencias y peroratas, con muchas protestas de honradez (que no se me ocurre poner en duda), aunque con lagunas. Revilla ha sido un personaje brillante, con la trayectoria de un cohete, aunque apenas cuenta nada de su vida profesional en la banca ni de sus clases de profesor en la universidad. El libro arranca con sus remembranzas de infancia en la montaña, y después de despachar con dos pases sus estudios y sus primeras armas en el Sindicato Vertical, pega un brinco para relatar su experiencia en la política de la región de Cantabria, de la que al fin y a la postre cuenta poco más que sus broncas con tirios y troyanos. Imposible sustraerse de la impresión de que el libro sea una vindicación (de vindicta) pro domo sua. Pero entremedio engancha al lector contando historias maravillosas (el ataque de lobos, el convite de Sniace en Torrelavega, su encuentro con Seve Ballesteros en el aeropuerto, los almuerzos con Juan Carlos, sus tratos con el poderoso Emilio Botín...).

El título, y lema que repite unas cuantas veces, nadie es más que nadie, parece la versión populista de aquello de que del rey abajo, ninguno. Asoma aquí el autarquismo celtíbero. ¿Y qué decir de esa antológica fotografía de Revilla agachado, ayudando a S.M. el Rey a calzarse unas albarcas pasiegas? Porque, en efecto, para echarse como un lacayo a los pies de una alteza sin padecer humillación, debe uno estar firmemente poseído de la propia dignidad. Pensándolo un poco, un gesto tan extravagante, tan alejado del protocolo de nuestros días (nadie se arrodilla hoy ante nuestro monarca) revela una actitud constante en Revilla, según propia confesión. Él nos dice que hay que ser obsequioso con quien manda y puede ayudarte a lograr lo que pretendes (que no ha de ser por fuerza nada ruin, sino algo tan noble como la defensa de la tierruca). ¡Por eso andaba por Madrid Revilla regalando latas de anchoas del Cantábrico y sobaos pasiegos! En el personaje esto es compaginable, según cuenta, con haberle cantado las cuarenta al lucero del alba (fuese Botín o el obispo de Santander). Y es que su lema podría haber sido también esse quam videri, "mejor ser que parecer". En fin, esto ya lo digo yo, eso de que nadie sea más que nadie, no se lo traga nadie, porque nos guste o no, los tratos mundanos se sustentan en las diferencias, unas justas y otras odiosas, y pregonar lo contrario parece más bien un grito de disconformidad con la marcha ordinaria del mundo. Pero ese es precisamente el motor del político de vocación, que no le contente el mundo tal como es.

La lectura del libro de Revilla me ha resultado ambivalente. Entretenido, pero desagradable. Está hecho a retales de las historietas divertidas que Revilla contará mil veces en sus tertulias. Y el libro es ejemplar porque muestra al político en su salsa, espectáculo nada edificante porque para ser político hay que tener encaje de pugilista. Me quedo con su confesión postrera: "A veces nos dejamos impresionar por figuras que son fruto de atención mediática. Pero créanme que hay pocas personas excepcionales. Todos tenemos claroscuros. Nunca me he considerado ni superior ni inferior a nadie. Detesto a los prepotentes y he podido comprobar cómo, cuando gozas de poder, las espaldas te duelen de palmadas y los oídos de elogios. Luego, cuando el poder desaparece, los "amigos" disminuyen. Pero hasta eso es bueno para discernir el trigo de la paja" (página 247).

Concluyo, a riesgo de pasar por pedante, advirtiendo de una errata. En la página 219 dice: "Los impuestos en España distan mucho de ser progresistas [sic], que es la clave de un impuesto justo; es decir, aquel que grava más al que más tiene y poco o nada al que menos posee". Pero uno de los principios que hacen justo al impuesto es que no sea proporcional, sino progresivo, nada que ver con que el impuesto sea progresista o conservador. Otra contaminación política del discurso.

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09 mayo 2013

El caso del falso cura de Pío XII


Es un caso que ha dado que hablar en Sevilla, la del ecuatoriano que se hizo pasar por cura durante unos años en la parroquia de Santa María de las Flores y San Eugenio, del barrio obrero de Pío XII (cerca del Arco de la Macarena, según se sube por la avenida de la Cruz Roja o la de Miraflores, desde la Ronda). La prensa ha informado estos días que el arzobispo Asenjo, con mano izquierda, ha condenado al usurpador a "peregrinar entre Alcalá de Guadaíra y el santuario de Nuestra Señora de Consolación de Utrera" [Abc]. Luego el arzobispado ha sacado otra prudente nota [archisevilla].

Lo que me llama la atención de todo es la discusión sobre la eventual ineficacia de los sacramentos que celebró el falso cura. La archidiócesis sacó un primer comunicado el 9 de mayo de 2012, nada más trascender el caso, explicando que "En referencia a las dudas surgidas en la opinión pública sobre la validez de los actos sacramentales oficiados por esta persona, la Archidiócesis tiene el deber de aclarar que los sacramentos del Bautismo y Matrimonio (c. 144 CIC) son claramente válidos, si bien son ilícitos. En consonancia, las parejas que han contraído Matrimonio en ceremonias oficiadas por la persona en cuestión, lo han hecho válidamente. En el caso de los sacramentos de la Eucaristía, Penitencia y Unción de Enfermos, se trata de actos inválidos, pues son sacramentos que requieren la potestad del Orden." [zenit].

Pues a mí, como los espontáneos en las corridas de toros, se me ocurre saltar al ruedo para dar mi opinión sobre esta drástica calificación, nada menos que la invalidez de la eucaristía, porque los feligreses pueden plantearse si es que entonces asistieron, no a una misa sino a una pantomima (lo mismo sería extensible, pari passu, a la penitencia y a la unción de enfermos). Ya avanzo que en mi opinión, esto no es así, en modo alguno, para los feligreses de buena fe, puesto que cabe distinguir con claridad la invalidez del acto del celebrante, de la validez del sacrificio ofrecido por la asamblea de fieles.

En el caso del matrimonio la cuestión es más sencilla, porque es sabido que los ministros del sacramento son los propios contrayentes [Matrimonium facit partium consensus inter personas iure habiles legitime manifestatus, qui nulla humana potestate suppleri valet, canon 1057.1 CIC], y porque debe también saberse que el matrimonio, en la iglesia, goza del favor del derecho y de la protección de las apariencias [Matrimonium gaudet favore iuris; quare in dubio standum est pro valore matrimonii, donec contrarium probetur, canon 1060 CIC].

Mas, ¿quid de la eucaristía?

En el marco del blog tan sólo puedo ofrecer unas notas breves, dejando en manos de los doctos la explicación más completa y razonada. Prosigo.

En primer lugar, el derecho canónico nada dice sobre la validez del sacrificio de la misa, en caso de usurpación de oficio eclesiástico. El Código (canon 1378.2.1º) dispone que comete delito de usurpación quien sin estar ordenado sacerdote celebra la liturgia de la eucaristía [In poenam latae sententiae interdicti qui ad ordinem sacerdotalem non promotus liturgicam eucharistici Sacrificii actionem attentat]. El derecho se limita a castigar al usurpador, pero no aflige con ningún castigo a los fieles de buena fe.

En segundo lugar, el Código (canon 900.1) dispone que celebrante de la eucaría in persona Christi es sólo el sacerdote ordenado [Minister, qui in persona Christi sacramentum Eucharistiae conficere valet, est solus sacerdos valide ordinatus]. Sin embargo, el derecho tan sólo disciplina aquí el fuero externo, que es la condición del sujeto que celebra el sacramento (sólo un sacerdote válidamente ordenado). Pero la acción externa del celebrante no agota el misterio del sacrificio eucarístico, que pertenece al fuero interno, o místico, y que no es privativo del celebrante in persona Christi, sino que se ofrece por toda la asamblea (ecclesia). La representación in persona Christi puede ser inválida, aunque puede concedérsele el favor de la buena apariencia, para quienes confiasen en los signos externos. Así, por razones de teología litúrgica, y no tan sólo por mera aplicación del derecho (que siempre es regla de mínimos), pudiera también defenderse el principio de favor iuris para la eucaristía, en cuanto ofrecida por la asamblea de fieles reunida de buena fe.

La ausencia de ordenación válida del celebrante, desconocida para los fieles, no parece entonces que debiera afectar siempre a la validez del sacrificio mismo. El derecho no puede pronunciarse aquí, porque la validez y eficacia del sacramento del sacrificio eucarístico, que no lo ofrece únicamente el celebrante, no puede dirimirse por pruebas externas. Para los sentidos, en la consagración, pan y vino siguen siendo pan y vino, o dicho con palabras de Santo Tomás, sensu apparet, facta consecratione, omnia accidentia panis et vini remanere [CorpusTh.].

Por las razones que digo, defiendo la validez sacramental de la eucaristía celebrada por un usurpador del ministerio, en cuanto es ofrecida también por la asamblea de fieles de buena fe (estos argumentos serían extensivos mutatis mutandis a los sacramentos de la penitencia y de la unción de enfermos). Tal es mi opinión, que no obstante someto humildemente a otra más autorizada que la mía.

Imagen: interior de la parroquia de Pío XII, durante el acto de entrega de un cuadro con una imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena, el pasado mes de marzo (el párroco es Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp) [Vía].

02 mayo 2013

El rico epulón y el pobre Lázaro

La de "El rico epulón y el pobre Lázaro" es una de las más populares parábolas o fábulas del evangelio de Lucas (16,19-31). Oída en contexto en nuestros días, parece un retrato cómico del fariseísmo entendido como actitud prototípica, antes que como descripción etnográfica de una secta judía (en la que tal vez militase el mismo rabbí Jesús). En el pasaje del evangelio lucano el Maestro dice a sus oyentes: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios" (16,15). Estas palabras me parecen la más auténtica lectio de la parábola del pobre Lázaro. De la misma manera que los demás relatos propios de san Lucas, es una narración abierta, inconclusa, y de muchos significados. Sin embargo no todas las interpretaciones de la parábola me parecen de recibo. No me lo parecen estas moralejas, que resultan estrechas y simples:

1. Los fariseos eran malos [qui erant avari, 16,14]. Tal vez fuese la mente de Lucas, extraño ya al judaísmo, pero sería una interpretación más correcta si reemplazamos al fariseo por el amigo del dinero (el de cualquier tiempo y lugar). El evangelio no pretendía ser cuando se predicó en un principio, ni tampoco debe serlo ahora, una simple revista sociológica.

2. Los pobres son buenos [factum est autem ut moreretur pauper et portaretur ab angelis in sinum Abrahae, 16,22], y los ricos, malos [mortuus est autem et dives et sepultus est. Et in inferno elevans oculos suos, cum esset in tormentis..., 16,22-23]. Aquí san Lucas tira de brocha gorda, también para lograr el efecto cómico, porque la risa es pedagógica. Todos hemos visto en las películas del gordo y el flaco (las de Laurel y Hardy) que el mundo se divide en listos y tontos... Aunque en realidad de verdad sea entreverado, y ni los buenos sean tan buenos, ni los malos tan malos.

3. Hay cielo e infierno. Esto es coger el rábano por las hojas, porque no parece que sea el propósito principal de la parábola enseñar esta creencia. Sería más bien un suppositum en la mente del evangelista, obedeciendo al orfismo popular que ya se encontraba en los diálogos platónicos. El infierno de la parábola es un infierno a lo Offenbach, donde el rico se muere de sed [miserere mei et mitte Lazarum, ut intingat extremum digiti sui in aquam, ut refrigeret linguam meam, quia crucior in hac flamma, 16,24]. Cielo e infierno son aquí sólo el marco de la historieta, que se pinta como en los tebeos  [Et in his omnibus inter nos et vos chaos magnum firmatum est, ut hi, qui volunt hinc transire ad vos, non possint, neque inde ad nos transmeare, 16,26]. Pero asustar, asusta.

4. Si eres pobre, no por fuerza has de estar condenado al infierno [Fili, recordare quia recepisti bona tua in vita tua, et Lazarus similiter mala; nunc autem hic consolatur, tu vero cruciaris, 16,25]. La fábula lucana es demasiado tosca, incluso infantil, como para que pretenda entrar en los sutiles debates del libro de Job. Además, en esta interpretación de la parábola se desliza peligrosamente un sofisma escatológico (puesto que la pobreza no sería signo de condenación, tampoco debe serlo la riqueza). Pero ni la riqueza ni la pobreza es lo que está en juego aquí, sino la misericordia o el corazón despiadado [Quidam autem pauper nomine Lazarus iacebat ad ianuam eius ulceribus plenus et cupiens saturari de his, quae cadebant de mensa divitis, 16,20-21].

No se ha pretendido en esta parábola pintar ningún antagonismo de clases, ni dividir al mundo en buenos y malos. Precisamente lo que llama la atención del cuento es que no se diga en ningún momento que el rico fuese malo, o que el pobre fuese bueno: eran lo que eran: un rico, un pobre. El talento literario del evangelista nos pinta la escena en crudo, si bien con ciertas pinceladas patéticas [et canes veniebant et lingebant ulcera eius, 16,21], para que seamos nosotros la que la califiquemos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas...". Más o menos como cualquier otra escena parecida con que podemos encontrarnos andando por la calle.

Por eso me parece erróneo que se quiera ver en esta parábola la retribución de buenos y malos en la vida de ultratumba. Más bien anuncia la reversión del reparto de bienes y males: "Fili, recordare quia recepisti bona tua in vita tua, et Lazarus similiter mala; nunc autem hic consolatur, tu vero cruciaris" (16,25). De este modo la parábola es una poderosa ilustración gráfica de las maldiciones del mismo evangelio [Vae vobis, qui ridetis nunc, quia lugebitis et flebitis!, 6,25].

También es equivocado pensar que la parábola represente la vida en el cielo y en el infierno. No se refiere a la vida de ultratumba, sino a esta vida de aquí y ahora. Por eso dice el rico epulón: "Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento" (16,27-28). Pero qué ironía que el evangelista nos permita oír las palabras del mundo ultraterreno, como si pudiésemos oirlas aquí: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen" (16,29).

La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro no nos quiere enseñar que seamos buenos, sino que nos instruye para que hagamos algo por cambiar el estado de cosas, porque los ricos ofenden a los pobres [vae vobis divitibus, quia habetis consolationem vestram!, 6,24]. O como dice el Maestro: lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios [quod hominibus altum est, abominatio est ante Deum, 16,15].

Las penas del infierno son como el coco que asusta a los niños. Aunque la parábola acaba por ser significativamente pesimita: "Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán" (16,31). Así que no será por la vía de la amenaza con las penas del infierno, o de las apariciones truculentas, con lo que vamos a cambiar. Tenemos que cambiar por nosotros mismos, no por el temor a ningún castigo.

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05 abril 2013

Jesuitas


Nunca tuve una idea clara de quiénes son los jesuitas, más allá del diccionario: "Se dice del religioso de la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola". Una definición que no me sirve, porque explica el significado del nombre (jesuita, de la Compañía de Jesús), pero que no dice en qué consiste ser jesuita. Los hay en todas partes del mundo (son misioneros), y hacen de todo (a mayor gloria de Dios). Nuestro escritor barroco Baltasar Gracián era jesuita, y el poeta inglés Gerard Manley Hopkins, y los teólogos Hans Urs von Balthasar, Karl Rahner, Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino. Y en fin, es jesuita el papa Francisco. ¿Qué tienen todos ellos en común? Pues sin exagerar digo que hasta ayer por la tarde no se me ha iluminado la mente sobre esta peculiar gracia (casi el carisma de lo no carismático, diría yo) que es llamarse, y ser, jesuita.

Durante la cuaresma, y ahora en Pascua, en mi parroquia estamos oyendo un ciclo de charlas sobre las Bienaventuranzas de un veterano jesuíta, el padre Adolfo Chércoles S.J. Todo un privilegio. Chércoles ha sido cura obrero (un ministerio o servicio que ya no entendemos, ahora que a los curas lo que les gusta es volver a vestir y lucir de cura). Fue misionero entre los guaraníes de Argentina y Paraguay y con los gitanos del barrio granadino de Almanjáyar, donde vive [ACHEESIL]. Tiene una chispa para atrapar a sus oyentes contando cuentecillos e historietas graciosas o edificantes, en el más puro estilo agádico. En esto imita a la figura de Jesús, en esa virtud suya de contar cuentos morales y parábolas. Y sabe explicar con mucho gracejo el evangelio, y las actitudes, muchas veces ramplonas, a ras de suelo, de sus personajes.

Cuando el jesuita Jorge Bergoglio fue elegido papa, una de las tardes que al padre Chércoles le tocaba dar su charla, me acerqué a él por los pasillos del salón de actos y le pregunté si iba a comentar algo del nuevo papa.
-No, es que no tenemos tiempo... Esta noche tengo que volver a Granada en autobús... - me respondió.
-¿Y qué le parece un jesuíta con carisma franciscano?
-¡Pues me parece bien! Es que el carisma franciscano es universal.

Realmente la figura de estos jesuitas, de Chércoles y del mismo Bergoglio, de torpe aliño indumentario al modo machadiano, esconde una significación nada evidente. Bergoglio usa zapatones, y Chércoles un chaleco vuelto, corrientucho (como el que usa en la imagen, que le vi ayer mismo). Pero las apariencias son lo de menos, como enseñó también Antoine de Saint-Exupéry por boca de su príncipe infante, en el más puro estilo ignaciano: on ne voit bien qu'avec le cœur. L'essentiel est invisible pour les yeux. 

Porque el carisma jesuítico está ya explicado insuperablemente en la primera "anotación" de los Ejercicios espirituales de San Ignacio: "por este nombre, exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales; por la mesma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales". 

Así que lo jesuítico, si vale decirlo así, es un proceso interior, no evidente ni visible. Lo visible (el poder, las riquezas, la altanería) nos separan. La bienaventuranza interior (la pobreza de espíritu y lo demás) nos une. Así me explico los gestos del papa Francisco. El Jueves Santo celebró la Misa en un correccional de menores de Roma, y le lavó los pies a doce jóvenes, entre ellos dos chicas, una de ellas musulmana. Un cura liturgista madrileño, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha puesto el grito en el cielo, en un artículo publicado en La Gaceta de los Negocios, diciendo poco menos que hay que ver, que el papa no sigue las rúbricas del rito romano. Nuestro amigo el cura Carlos Ros, en hoja volandera de su "parroquia de papel", ha corregido a ese doctor en liturgia con mucha finura: “Cuando en la mesilla de noche se tiene de libro último de consulta el Código de Derecho Canónico y las normas litúrgicas y no el Evangelio, ocurre esto”.

Lo evidente, lo que ha hecho que se rasguen las vestiduras a los apegados a la letra, es que el papa no respetase las rúbricas (las "reglas que enseñan la ejecución y práctica de las ceremonias y ritos de la Iglesia católica en los libros litúrgicos", según el diccionario). Vaya por Dios, la letra. Pero lo esencial, lo no manifiesto a los ojos, es que el papa siguió el mandato del amor al prójimo, como en la parábola del buen samaritano, donde el Maestro nos enseñaba que la misericordia trasciende a las clases y las etnias. En lo esencial, que es invisible a los ojos, todos somos hijos de Dios. Esta me parece una gran lección ignaciana del papa Francisco (que ha querido recordar en su escudo, con una estrella de ocho puntas, a las ocho Bienaventuranzas).

Las conferencias del padre Chércoles S.J. sobre las Bienaventuranzas del evangelio están editadas. Pueden descargarse en pdf [aquí].

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25 marzo 2013

Un Chesterton barato

Había comenzado el año pensando en exhibir en el blog los libros que compro o que rara vez me regalan (porque los libros son como las corbatas). Pero hay libros de los que me arrepiento de haber comprado a eso del cuarto de hora, así que he pensado que mejor me callo y me los guardo al coleto. Aunque ¿por qué no contar ahora, así como de pasada, que me he hecho en estos tres meses que van del año, con un espléndido volumen de biografías (la de Tiberio el resentido, o la de El Greco en Toledo), de Gregorio Marañón; o una monumental y apetitosa edición de la Real Academia, del Guzmán de Alfarache, del egregio sevillano Mateo Alemán...? Pues sí, por qué no contarlo. En ocasiones me figuro que mi ángel tutelar, o bien mi diablo de guardia, me echan a los ojos los libros a los que estoy dándole vueltas en la cabeza. Hoy estoy contento, y me dirán que con poca cosa me contento. Esta mañana me di una vuelta por la Casa del Libro de la calle Velázquez, aquí en Sevilla, y me dio por subir a los infiernos de la tercera planta, donde los "libros raros", y echar un ojo a los libros en inglés. Y si no lo veo, no lo creo. Me esperaba allí un ejemplar de obras selectas del gordo G.K. Chesterton, The Everyman Chesterton, la edición de Ian Ker de 2011 [Everyman]. En origen cuesta unas 12,99 libras esterlinas, y la Casa del Libro me lo ofrece ahora de importación por unos 15,67 euros, tiráo. Realmente muchísimo más barato que cualquier obra suelta en castellano. Por ejemplo, El hombre eterno (The Everlasting Man) cuesta en librería 20,80 euros [Cristiandad], y Ortodoxia (Orthodoxy), 22 euros [Acantilado]. Ambas obras, incluídas en el elegantón volumen de Everyman´s Library (hay que hojear algún libro de esta editorial, para enterarse de cómo es un libro bien hecho). La antología incluye, además de estos dos títulos polémicos, las biografías de Charles Dickens (Orwell pensaba que era la mejor del autor) y St Thomas Aquinas, algunos ensayos literarios, y algunas de las historias de Father Brown y poemas, incluído Lepanto. Pero no The man who was Thursday, que el editor no aprecia como lo mejor de Chesterton. El librero que me atendió debe ser un chestertoniano embozado, porque me encareció el libro.

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15 marzo 2013

El papa Francisco

Reproduzco con su autorización la carta de la "parroquia de papel" del sacerdote sevillano Carlos Ros Carballar, cuando acaba de elegirse el nuevo papa Fracisco:

Mis queridos parroquianos: Habemus papam. Y acontecimiento tan importante en la vida de la Iglesia no puede quedar sin una reflexión de vuestro párroco, aunque sea la más humilde de las reflexiones de todas las que pululan por los medios de comunicación social.
Uno, que es algo leído, no solo ha consultado toda la prensa que ha podido, también ha chequeado algo de la italiana. Y en Corriere della Sera apareció en primera plana una viñeta que me ha hecho sonreír y que puede ser premonitoria. Está el papa rodeado de cardenales en la balconada de la basílica de San Pedro en la noche de su anuncio. El papa dice a la multitud:
—Mis hermanos cardenales me han dado una sorpresa.
Y añade a continuación:
—Pero eso no es nada con la sorpresa que les voy a dar a ellos.
Y creo como primera impresión que va a resultar así. Ya ha dado algunas pinceladas de ello. Y solo lleva un par de días de papa. La primera sorpresa: el nombre elegido. Inédito en la historia del papado. Francisco, como el Poverello de Asís.
Me ha hecho recordar cómo Francisco de Asís hizo una peregrinación a Roma en 1206. Ante la basílica romana —no la actual, sino la anterior, la constantiniana— se arremolinaba una legión de pobres mendigos, ciegos, paralíticos y lisiados. En solidaridad con aquellos desgraciados a los que él llamaba «nuestros hermanos en Cristo», cambió sus vestidos con uno de ellos y «cubierto de harapos, pasó todo aquel día en medio de los pobres con extraordinario gozo de espíritu». Cuando volvió a su tierra, Francisco visitaba con frecuencia el leprosario de San Lázaro, cercano a Asís.
Llegado el otoño, mientras se hallaba absorto en oración en la pequeña iglesia semiderruida de San Damián, oyó que el Cristo de la pared le hablaba:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Francisco lo entendió como el arreglo de aquella ermita ruinosa que será conocida como la Porciúncula. Con  algunos amigos se puso a la loca aventura de su reconstrucción.
Un tiempo más tarde, el 24 de febrero de 1208, oyendo misa en la Porciúncula, unas palabras del evangelio de Mateo se le clavan en su mente:
—Proclamad que el reinado de Dios está cerca, curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas ni sandalias ni bastón, que el bracero merece su sustento...
A Francisco se le aclaró de golpe su vocación. Con una vestimenta de saco y una cuerda a la cintura, comenzó a predicar en Asís y alrededores. El 16 de abril, el noble Bernardo de Quintavalle decide repartir sus riquezas entre los pobres y se hace compañero de Francisco. En esa primavera de 1808 se le unen otros compañeros. Y etcétera. Nace el franciscanismo en la Iglesia, con una señal específica de testimonio de la pobreza en el mundo.
¿Será verdad que esta Florecilla de san Francisco se haga realidad siglos después?
Creo que el papa Francisco, por los datos biográficos que he podido leer, tiene visos de ser un nuevo Poverello que se ha sentado en la mismísima silla de San Pedro.
¡Dios lo quiera y nosotros lo veamos!
El Espíritu Santo, que guía a la Iglesia, le ha tenido que susurrar:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Una segunda sorpresa de esta primera hora es la edad del nuevo papa: 76 años, cuando se esperaba un papa más joven, allá por los sesenta. Benedicto XVI fue elegido con 78 años y le ha durado el vigor del cuerpo ocho años. El papa Francisco es un pelín más joven, y con medio pulmón menos. Echémosle también otros ocho años, más que suficientes para poner a la Iglesia en ese nuevo clima de austeridad, de sencillez, de voz que viene del fin del mundo, como él mismo dijo, del hemisferio sur, donde anidan las masas más grandes de pobreza, frente al hemisferio norte con sus riquezas. Creo que el Espíritu Santo ha obrado como el que es y se ha reído de todos los pronósticos, quinielas y demás augurios de todos nosotros, que esperábamos un papa más joven. Y los tiempos, yo creo, no está para ello, todo es ya inmediato y no hay cuerpo humano que resista la ingente labor que se acumula a la mesa de un papa. Una media de ocho años me parece muy bien. El Espíritu es sabio.
Por último, el papa, cosa inédita también, ha pedido que antes de bendecirnos él, le bendigamos nosotros a él. Pues hagámoslo, queridos parroquianos, pidamos por el papa, porque seguro estoy que no solo a los cardenales, también a la Iglesia y al mundo, va a dar más de una sorpresa esperanzadora.

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14 marzo 2013

Un papa poverello para el siglo XXI


Es el papa que la iglesia católica necesita. Un poverello, Jorge Mario Bergoglio SJ, que ha adoptado el nombre muy significativo de Papa Francesco. Han sido sus primeras palabras, en San Pedro: "Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad". Esa es mi esperanza, una iglesia abierta al mundo, en espíritu pobre y fraterno. El diario británico The Guardian, lo ha definido muy bien: Pope Francis: the humble pontiff with practical approach to poverty [Guardian]. No le deseo larga vida, porque esta no es nuestra patria definitiva, sino que al menos tenga lugar a darnos testimonio auténtico del evangelio, en espíritu franciscano.

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04 marzo 2013

¿Un Papa capuchino para el siglo XXI?


¿El cardenal de Boston, Mass., Sean O'Malley, capuchino?. Lo que más me gusta es que presidió en Granada, en la base de Armilla, la beatificación de fray Leopoldo de Alpandeire, en septiembre de 2010. O'Malley (que sabe español) lo contaba así, en su blog: 

I first came to know of Fray Leopoldo through Sister Manuela, a Carmelite sister of Vedruna who worked with me for many years in Washington. She is from southern Spain, near Granada. She said her family had a great devotion to him and she talked about pilgrimages to Fray Leopoldo’s tomb.Interestingly enough, the next person to discuss Fray Leopoldo with me was the wife of Jose Saramago. Jose was at UMass-Dartmouth after he was awarded the Nobel Prize for Portugese literature and I was invited to have lunch with him there. His wife is from Granada, and has great devotion to Fray Leopoldo. They are expecting a huge celebration because of his 50 years of going door-to-door in the city and being so close to many families. He was certainly a figure very well known and beloved to the people of Granada. In fact, one of our priests in the archdiocese is actually from Fray Leopoldo’s very parish, Father Israel Rodriguez. He hopes to accompany me and be present at the beatification as well.I will be very pleased to see the Archbishop of Granada, Francisco Javier Martinez, who is a very dear friend of mine. I know him from his time studying in Washington. Archbishop Martinez, who is very close to the Communion and Liberation movement, has been very active in interfaith outreach to the Muslims who are now very numerous in that part of Spain.

[Via].

22 febrero 2013

Yo a la muerte, vosotros a la vida



Estaba en deuda con José Antonio Moreno Jurado (helenista, profesor, poeta, traductor, crítico [wiki]), de una reseña de su último libro poético, sus Últimas mareas [vid.]. Pues dicho y hecho: es un libro que trata del morir, un ars moriendi. Vamos todos hacia la muerte, que no es sino las ipsissima verba de Sócrates ante los jueces: Yo a la muerte * vosotros a la vida  (Apología 42a).

No sabemos qué es morir. Sólo conocemos el declinar hacia la muerte de todo lo que vive, el ir muriéndose (de los demás, y nuestro), pero no la muerte misma. No es exacto entonces decir que estos poemas de José Antonio Moreno Jurado traten del morir, sino del hecho universal de que todos nos encaminamos por pasos contados hacia la muerte.

Aunque no es el acto de morir lo que nos inquieta, sino que un día seamos, y al otro ya no. San Agustín, evocando la muerte de su madre, se preguntaba: Quid erat ergo, quod intus mihi graviter dolebat, nisi ex consuetudine simul vivendi dulcissima et carissima repente dirupta vulnus recens? [Confessiones, 9,12]. Porque no nos duele la muerte (que no es nada) sino que su herida acabe tan de repente con la costumbre de vivir juntos (consuetudo simul vivendi).

Aventuro que el motor de este último gran libro de poemas de José Antonio Moreno Jurado haya sido, no la muerte universal y abstracta, sino una muerte particular, próxima, precisamente la muerte de su madre. José Antonio lo explica con palabras sencillas: "solo tuve que cogerla tiernamente de la mano, sobre el lecho, para ayudarla a pasar el umbral impreciso de su muerte". Estas Últimas mareas son el resultado de un duelo, en que el poeta construye una reflexión, en poemas de tono mayor o tono menor, sobre lo que es ir hacia la vida y hacia la muerte.

La rememoración de la madre es un lugar común, un topos, ocasión para el poeta de ser honesto con su oficio, o para rendirse a la sensiblería, el sentimentalismo exagerado, trivial o fingido. Me he entretenido estos días buscando poemas de poetas modernos, que invito a leer y comparar:
Juan Ramón Jiménez, "El adolescente" (Segunda Antolojía Poética, 1898-1918).
César Vallejo, el Poema LXV de Trilce ("Madre, me voy mañana a Santiago") (1922).
Dámaso Alonso, "La madre" (Hijos de la ira, 1944);
Luís Rosales, La casa encendida (1949).
Pablo Neruda, "La mamadre" (Memorial de Isla Negra, 1964).
Jaime Gil de Biedma, "Barcelona ja no és bona o mi paseo solitario en primavera" (Moralidades, 1966).
Ángel González, "Confesiones de un joven problemático" (Muestra..., 1977). 
Me gusta el de Pablo Neruda, y es curioso porque no se lo dedicó a su madre (que murió a los pocos días del parto) sino a su madrastra, Trinidad Marverde, a la que quería como a una madre (Oh dulce mamadre / -nunca pude / decir madrastra...). Pero esto no es una clase de retórica, ni puedo detenerme a comentar con detalle estos poemas. Además, no creo que se pueda explicar la poesía. Se puede explicar los accidentes de un poema (que está escritó así o asá, y que dice esto o aquello), pero la sustancia de un poema, lo que el poema es, no se explica. Un buen poema es un individuo, un unicum, y su explicación sólo puede ser performativa (su lectura misma).

Y entonces, ¿qué puedo decir yo ahora del poema de la Madre de José Antonio Moreno Jurado, fuera del juicio vulgar de que me parece conmovedor? Me interrogo sobre el valor literario de un poema, que es la virtud que lo hace único, diferente, memorable, capaz de interesar a multitud de lectores remotos (como el de Pablo Neruda), incluso traducido a nuestra lengua (los de Yorgos Seferis, Odysseas Elytis). A esto llama José Antonio Moreno Jurado la estética del riesgo.

Y así es, pues qué diferentes son los poemas que he traído a cuenta. Tres de ellos son una evocación (los de Neruda, Gil de Biedma, y el de Ángel González); otros dos son polos opuestos, un monólogo (de Luís Rosales) y un diálogo entre madre e hijo adolescente (de Juan Ramón Jiménez); y en fin otros dos son apóstrofes a la madre (de César Vallejo y Dámaso Alonso), con un verso inolvidable: Así, muerta inmortal. / Así.

Leyendo estos modelos se comprenderá la valentía, el riesgo de dar la voz a la madre que se muere, del insólito poema de José Antonio Moreno Jurado:
Pero lentamente  *  muy lentamente  *  apenas imperceptible  *  mente  *  voy aspirando mi propia degradación  *  momento a momento
y la emoción del ruego sencillo, repetido, de las simples palabras adivinadas por el hijo: no te vayas:
Y vuelvo a decirle  *  sólo con los ojos  *  no te vayas  *  mientras subo  *  fuera de mí  *  sin lágrimas posibles  *  hacia la muerte.
La voz inaudible de la madre, inseparable de la del hijo, el poeta que la interpreta (no te vayas), no es sino otra forma de expresar esa consuetudo simul vivendi dulcissima et carissima, de San Agustín.

La organización de los poemas en el libro, incluso su disposición tipográfica,  es muy compleja, y sigue el modelo de la poesía de Odysseas Elytis. Representan un teatro (diferentes espacios o momentos poéticos, como quiere el poeta en acotación) donde avanzan al escenario los personajes del drama: Copérnico, Juliano, Sócrates..., pero también el propio poeta (en confesión personal), la madre, y un cualquiera (que somos él, tú o yo); y hacen las veces de coro los poemas alternos de tono menor, en que habla la voz auténtica, no impostada, del poeta.

En este coro José Antonio recuerda la visita a los pinos de La Rábida del poeta cretense de finos dedos (Elytis): 
Vivía aún mi padre   pero no pudo presentir   que este mismo mar   este mismo cielo   tendrían que alimentarme a diario   con el paso del tiempo
Ni mi padre   ni el poeta   ni yo
Ni el poeta sabía de su muerte   ni mi padre   ni los miradores de La Rábida que dan a las rías y   después,   al mar
Una meditación, como la del Qohélet, sobre el sucederse de las generaciones bajo un mismo cielo, en que el poeta cumple de nuevo sus deberes de piedad filial. Qui honorat patrem, exorabit pro peccatis / et continebit se ab illis / et in oratione dierum exaudietur. / Et sicut qui thesaurizat / ita et qui honorificat matrem suam (Sirácida 3, 4-5).

El último poema ("Cualquiera"), desvela el mensaje final de este libro, que para mí no es otro que el del dístico socrático: yo a la muerte, vosotros a la vida. Porque este es un libro poético que tanto versa sobre la muerte, como su envés, la vida. Pero qué vida:
Nací para la hiel  *  el sufrimiento  *  desdeñado y vencido por cuanto me rodea  *  ni siquiera en mí naturaleza y vida

Da igual  *  si me encuentro desnudo de ternura  *  suplicando al cielo lo que nunca llega  *  en Biafra  *  en Auschwitch  *  en Sarajevo  *  en el París de los hugonotes  *  en Ruanda  *  en las brujas de Salem  *  en los tormentos demoníacos de la Inquisición  *  en la elegancia romántica de los últimos paganos
Cuando leo estas líneas, me entran ganas de gritar: Beati pauperes spiritu! (pero esto ya lo digo yo, de mi propia cosecha). He tenido la dicha en mi vida de conocer de cerca a un número de poetas eminentes, entre los que cuento a José Antonio Moreno Jurado. Con este último libro suyo, Últimas mareas, para mí ya ha ganado el laurel.

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