29 marzo 2010

Quemar las naves

Y porque demás de los que por ser criados y amigos de Diego Velázquez tenían voluntad de se salir de la tierra, había otros que por verla tan grande y de tanta gente y tal, y ver los pocos españoles que éramos, estaban del mismo propósito, creyendo que si allí los navíos dejase, se me alzarían con ellos, y yéndose todos los que de esta voluntad estaban, yo quedaría casi solo, por donde se estorbara el gran servicio que a Dios y a vuestra alteza en esa tierra se ha hecho, tuve manera como, so color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la costa por donde todos perdieron la esperanza de salir de la tierra. Y yo hice mi camino más seguro y sin sospechas que vueltas las espaldas no había de faltarme la gente que yo en la villa había de dejar.

Segunda relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera de la Nueva España, 30 de octubre de 1520.

17 marzo 2010

Museos vaticanos


No voy a cometer la herejía de decir que lo que más me gusta de los Museos Vaticanos son esos spazi di accoglienza..., aunque la impresión en el visitante pueda ser que en lugar de entrada a un museo, sea la de embarcarse en un viaje sideral. ¡Viva la modernidad!

14 marzo 2010

Le concert (Radu Mihaileanu)

Según mis gustos, el cine francés de ideas me suele producir una tremenda jaqueca. En cambio, reconozco que los filmes franceses de comedia rayan a gran altura, y tienen la virtud de dar en la diana del clima y estado de ánimo colectivos. Acabo de ver Le concert (Radu Mihaileanu [wiki], 2009, dos premios César 2010) que produce gran contento. Es más bien una tragicomedia, en donde hay lugar para la risa y la emoción. Al fondo, una amable crítica política, dulcificada por el tiempo. Y es sublime la interpretación, entreverada de humor y pasión, del concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky. Una película maravillosa, optimista, que no hay que perderse.

08 marzo 2010

Isla de Siltolá, revista de poesía

Este lunes, de vuelta a casa, encontré en el buzón el primer número de Isla de Siltolá, revista de poesía [Ediciones de la Isla de Siltolá]. Gracias a Dios, no comienzo la semana con una multa de tráfico, ni con el recibo de la luz, ni con la cuenta del cortinglés, sino en plan lírico, lírico.

A mí las revistas poéticas me gustan, aunque me saturen tanto como los museos. Suelo referir que en cualquier ciudad del mundo en que me halle, lo último que pienso en visitar son los museos, así sea el British Museum, el Louvre o los Musei Vaticani: me aburren soberanamente, y prefiero el callejeo desordenado y despistarme entre la gente. Y en cuanto a la poesía, me gusta oírla recitada o cantada con arrojo y convencimiento. Pero ya sé que hay poemas que se han compuesto como para leerlos en un breviario, en actitud cuasi orante (Juan Ramón...). Así pues, tampoco está mal leer en ocasiones versos en el gabinete.

Bueno, tengo motivos para tener afición a las revistas poéticas, que son casi objeto de coleccionismo. Entre los papeles que guardo con más aprecio, y que acabarán pereciendo, ay dolor, en un incendio, robo o inundación, si no en el mercadillo de El Jueves (vaya usted a saber), tengo cuatro números de la revista Ocnos (título tan previsible, siendo en Sevilla), que un cura de mi colegio sacó a ciclostil cuando yo estudiaba el bachillerato, en el curso 1979-1980. Por aquel entonces yo también, también, escribía poemas, y alguno me publicaron. De entonces p'acá los antiguos compañeros de pupitre ya nos hemos puesto corbata (real o figurada) y nos abandonaron irremediablemente las musas.

Pues ahora me llega por correo esta Isla de Siltolá, que dirige nuestro amigo Javier Sánchez Menéndez. Él me consentirá la broma de decir que si Javier no existiera, "habría que inventarlo". Y así lo creo, con sinceridad, porque Javier Sánchez Menéndez es, entre otras cosas más, un gran animador literario de Sevilla y au-delà, y eso es decir muchísimo en esta capital ecuménica de la poesía. La revista que anda por su número 1, y que se abre con un artículo de Aquilino Duque, no es oportunista, lo sé de buena tinta, sino que es el fruto maduro de toda una juventud literaria, la de Javier. Aquí todos los poetas son amigos suyos, porque él es amigo de las buenas letras.

Mentiría si dijera que me ha gustado toda la revista. Unas cosas sí, y otras no tanto. Es verdad que todos estos poetas son primeros espadas, por emplear una muletilla que seguro no le desagradaría oír a don Aquilino Duque. Tampoco creo que moleste (y si es el caso, con perdón) que señale lo que más me ha gustado, porque sí:

Mucho, los poemas de Juan Bonilla, al que confieso con rubor que no he leído hasta ahora. "Cuanto sé de mí" me ha hecho bastante gracia.

El artículo "Escolios a una poética implícita", de Enrique García-Máiquez, en que comenta una antología de escolios (i.e. aforismos) metaliterarios de Nicolás Gómez Dávila (aunque no soy gomezdavilófilo, por razones que no vienen al caso ahora).

Los dos poemas del asturiano Xandru Fernández, traducidos por José Luís Piquero, aunque no me explico que no se haya confrontado la versión con el original asturiano (se anuncia próxima edición bilingüe en la prestigiosa editorial Trea).

Y me parecen muy semejantes, por su potente creatividad verbal e ideológica, los poetas José María Cumbreño y Miguel Agudo, a los que leo con mucho interés.

En  cambio, no me han gustado los poemas de Miguel d'Ors y Luís Alberto de Cuenca. Esto lo digo porque soy admirador de la obra de ambos dos poetas, muy afines, de la misma promoción (¿novísima, postnovísima, post...?), y tal vez la expectación me traicione.

En fin, una barrilada poética, con la que comienzo de buen tono la semana. ¡Que Dios reparta suerte!


07 marzo 2010

Pablo Neruda, clásico


El trágico terremoto de Chile del mes de febrero ha frustrado la presentación en el mundo hispánico de una nueva Antología general de Pablo Neruda, patrocinada por Asociación de Academias de la Lengua Española [Alfaguara]. Neruda es ya un clásico, una cordillera inmensa de versos que domina el siglo XX de la poesía en español. Hace falta recorrer con admiración estas 600 páginas antológicas, para darse cuenta de lo que verdaderamente es un poeta, que hace de la creación poética una misión en la vida, frente a tanto vate anémico que nos quiere hacer pasar gato por liebre. Aquí está todo el Neruda que conocemos: el de la canción desesperada, el de Alturas de Macchu Picchu, el del Estravagario... Detalle no menor, en una edición a la que tan sólo se le echa en falta una tabla cronológica, es la guía de Hernán Loyola [BBC], nombre inseparable del propio poeta, desde aquella otra antología inolvidable de la editorial Losada, con la que iniciamos nuestras lecturas nerudianas en el bachillerato...