20 diciembre 2009

Karen Armstrong de viva voz




Estos días de Adviento he escogido la lectura del último libro de Karen Armstrong, En defensa de Dios (2009), guiado por recomendaciones solventes, como la del profesor dominico Sixto Castro [enlace]. Armstrong es una publicista inglesa, que habla con la claridad propia de la gente de la isla (puede clicarse en la pestaña "view subtitles" y escoger "spanish"). Su tesis es que todas las religiones encierran en su mensaje, en última instancia, la "regla de oro": Todos los que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas (Mt 7,12). Una idea importante, que comparto, es que la auténtica religión, la que salva, no versa sobre verdades de doctrina, sino sobre práctica y moralidad. La religión verdadera no es ideológica, sino que nos hace buenos.

13 diciembre 2009

La crisis, ¿es pecado?

Iba a seguir con el tostón de la parte teórica, más abstracta y abstrusa, de la encíclica Caritas in veritate, cuando se ha interpuesto la novedad de otro documento de los obispos españoles, una "Declaración ante la crisis moral y económica" [Conferencia Episcopal Española]. Me ha parecido que hacer un breve comentario de alguna de sus afirmaciones es una buena oportunidad para entrar en la materia de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, según el espíritu y la letra de la Caritas in veritate.

Lo primero que llama la atención, ya en el mismo título de la declaración de los obispos, es que se quiera hacer ver que la crisis económica coincide con una situación de crisis moral, sugiriendo una relación de causa a efecto. Por tanto, lo que debemos examinar es si realmente puede identificarse así, sin más ni más, crisis económica y crisis moral. O como digo al principio, en un intento de inocente provocación, "si la crisis es pecado".

Los obispos dicen: Somos conscientes de la gravedad de la situación en la que nos encontramos, por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada. Esto es, la crisis económica es una manifestación de una crisis moral subyacente. ¿Es aceptable esta tesis? Creo que no, y me explicaré.

1. La palabra crisis se emplea en sentidos distintos en la misma frase. Tomada en sentido moral, por crisis parece aludirse a una situación de general deshonestidad pública, manifestada en la falta de honradez y codicia, y que supone un descenso o "pérdida de valores morales". Pero en sentido económico, el término "crisis" se refiere, de manera imprecisa, a las coyunturas de bajo nivel de actividad productiva y de empleo, combinado con la elevación de precios. Si la calificación de "crisis moral" implica emitir un juicio de valor, la "crisis económica" supone estrictamente la medición y diagnóstico del estado transitorio de una economía, y es una cuestión de hecho, no de valor. Por tanto, asociar crisis moral y crisis económica supone mezclar indebidamente consideraciones de hecho y de valor, que no son comparables. La declaración incurre aquí en la falacia is-ought.

2. Si aceptásemos una correlación entre los niveles de actividad económica, y el "nivel moral", llegaríamos a conclusiones absurdas. El mismo documento reconoce que las víctimas de la crisis económicas son los desempleados, los pequeños empresarios o comerciantes que cesan en su actividad, los inmigrantes abandonados a su suerte. Son a éstos a quienes el Señor llamó bienaventurados. Los perdedores son ganadores (hay un gran libro de
Luís Cencillo sobre esta paradoja); luego la correlación apuntada no se cumple con los más débiles. Como he oído decir, no hay que olvidar que los pobres, el "Sur" de nuestro planeta (Asia, África, América latina) viven en una continua crisis, o depresión incesante, que es invariante del nivel moral que quiera reconocerse.

3. Los ciclos y fluctuaciones (incluso
estocásticas) de la actividad económica, los apogeos y depresiones del empleo y la riqueza, son por principio extraños a consideraciones morales. Son dinámicas intrínsecas a los sistemas económicos (lo mismo da que sean economías liberales, capitalistas, o socialistas). Que la economía experimente alzas y bajas, es tan natural y fisiológico como la sístole y la diástole del corazón. La moralidad se refiere a las conductas humanas, no a los procesos naturales, físicos o mecánicos, como pueden ser los procesos y dinámicas económicas. De nuevo, sólo de manera metafórica, pero impropia, pueden analogarse crisis económica y crisis moral, porque pertenecen a órdenes extraños entre sí: el material y el moral.

4. Incluso si todos los "operadores económicos" (consumidores, empresarios, banqueros, la hacienda pública, los trabajadores y los comerciantes...) fuesen modelo de honradez, y se condujesen en sus actividades públicas y en su vida privada de manera honesta, liberal y bondadosa, no por eso nos evitaríamos sufrir depresiones y desigualdades, carestía y pobreza. De nuevo, la crisis económica no puede ser nunca signo de crisis moral.

Con el análisis de esta declaración, hemos observado que no se debe transferir sin más el mal físico (la crisis económica) al mal moral (el pecado, la deshonestidad, la criminalidad). El desempleo, la pobreza, la enfermedad, no son plagas bíblicas, que envía Dios como castigo por nuestros pecados. Responden a dinámicas intrínsecas de los sistemas materiales, independientes de la voluntad humana. En caso contrario, ¿los pobres, los enfermos, las víctimas, serían los más pecadores?

Benedicto XVI en la Caritas in veritate, ratifica este criterio. Me adelanto aquí al capítulo III de la encíclica, donde se lee: "La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos. Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social. La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser sarticulada e institucionalizada éticamente" (n. 36) [los subrayados son míos].

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08 diciembre 2009

Lógica del amor

"Puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos» que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión [...] La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el anuncio y el testimonio cristiano de la caridad" (Caritas in veritate, n. 4).

No sorprende que el antiguo profesor Ratzinger pretenda aquí intelectualizar el amor. El logos, o la lógica, del amor, sería algo más que su definición o reducción a concepto, sino la conversión del amor con la verdad: La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad (n.3). Pero ¿tienen estas afirmaciones algún sentido entendible, que trascienda la mera verbosidad abstracta? Pretender que el amor sea la verdad, es como pedirle a cualquier enamorado que explique su amor: nos diría que para él es inexplicable, que no tiene lógica, lógos. O como dice la letra de una soleá flamenca: en el querer no hay locura. Si es cierto que el amor tiene "su verdad", y que todos quieren amar "de verdad", no por eso verdad y amor pueden confundirse, o volverse lo uno en lo otro.

Los primeros párrafos de la encíclica Caritas in veritate contienen las ideas más arduas del texto, que demandan una demorada explicación, pero también las expresiones más hoscas y desagradables. Dice Benedicto XVI: "Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario" (n. 3). Y un poco más adelante: "Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales" (n. 4).

Cuando se piensa que el amor induce en hombres y mujeres pensamientos y ¿por qué no? sentimientos sublimes, e inspira bella literatura y obras de arte, no se puede más que mostrar decepción porque la encíclica insista en los modos más ruines del amor, y no acierte a mostrarnos su rostro amable, como hizo el apóstol Pablo. Me pregunto si la encíclica revela en esto ideas sombrías de senectud.

El logos del amor no puede significar que el amor se confunda con la verdad. Se impone distinguir cuidadosamente la amistad de la veracidad, aunque se haya acuñado una máxima: caritas in veritate, que violenta la letra de la epístola paulina. Ser veraces en el amor no tiene nada que ver con que el amor deba "ser verdad". Más bien habría que decir que sin amor la verdad sería "menos verdadera", menos creíble o confiable. Trataré de explicarlo en próximos posts.

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06 diciembre 2009

Más libros de la Feria de viejo


Como no hay dos sin tres, he vuelto a la Feria del Libro Antiguo, aquí en Sevilla, para repescar algunos libros que hacían falta. No son libros antiguos (que son los que tienen más de cien años), ni viejos (porque los he comprado nuevecitos, en su funda), ni de saldo (porque no proceden de una liquidación o remate), sino tal vez de ocasión, porque los he comprado baratos, aprovechando esta oportunidad o coyuntura. A mí me parecen todos libros excelentes, y si no, no los hubiera comprado (o de haberlo hecho, lo silenciaría por vergüenza en el blog). Sigo mi costumbre de abrirles ficha y hacerles un rápido comentario, indicando por vanidad el precio que he desembolsado por ellos:

Pilar Sanchiz Ochoa, Evangelismo y poder. Guatemala ante el nuevo milenio (Universidad de Sevilla, 1998) [3 euros]. La profesora Sanchiz, catedrática de antropología de nuestra universidad, explica: "esta investigación aborda las relaciones entre el movimiento evangélico (pentecostal y neopentecostal) y el poder político en Guatemala. Pretende mostrar cómo los intereses políticos -y de clase- usan la religión para justificar un orden social determinado; cómo fundamenta en la Biblia su pretensión de legitimidad un sector de la sociedad guatemalteca, perteneciente a la corriente evangélica neopentecostal (que ha gobernado ya el país y que pretende hacerlo en el futuro), y como se mantiene la creencia en dicha legitimidad por parte de las capas bajas de la población". El estudio no ha perdido interés, y responde a una corriente de investigación en auge, el análisis político de la religión. Puede verse, por ejemplo, el reciente estudio Pablo y el imperio romano, del P. agustino David Álvarez Cineira (Sígueme, Salamanca, 2009). Recuérdese que los evangelios presentan el proceso y muerte de Jesús como un conflicto político.

Manuel González Jiménez, Alfonso X el Sabio (editorial Ariel, Barcelona, 2004) [5 euros]. También de otro catedrático de la universidad de Sevilla, ya jubilado. El profesor González Jiménez es un especialista de este monarca, del que ha editado un diplomatario.

A. Caballos, W. Eck, F. Fernández, El senadoconsulto de Gneo Pisón Padre (Sevilla, 1996) [9,50 euros]. Edición y estudio del senadoconsulto, del que se conservan dos copias en bronce, encontradas en yacimientos arqueológicos andaluces (en El Saucejo y Lora de Estepa). La copia más completa se custodia en el museo arqueológico de Sevilla (merecedor de visita, para quien no lo conozca). Llama la atención el relato de los hallazgos recientes de estos bronces, presa de los furtivos, "piteros" y traficantes de antigüedades. Quien sienta curiosidad, puede leer la traducción castellana del Senatus consultum en esta página de la universidad de Grenoble [
enlace].

La "Asociación de Amigos del Libro Antiguo de Sevilla" tiene cada año el buen gusto de publicar, en colaboración con la universidad de Sevilla, un libro especial de la Feria. El de esta edición del diplomático y bibliófilo Miguel Albero Suárez, Enfermos del Libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas [10 euros]. A mí en un principio no me hacía gracia este libro, como que a nadie le gusta que le señalen sus manías, pero por consejo de mi médico lo he comprado (y hasta lo he regalado), para estar advertidos. El recorrido por el índice ya es de por sí una gozada: "II. Lectores en libro ajeno: la bibliocleptomanía, sus partidarios y practicantes. III. A buen hambre, no hay tapa dura ni necesidad de saber leer: de la bibliofagia y sus instentinales consecuencias. IV. La bibliofobia, o quita de aquí ese libro que no lo trago. V. Quema, que así nada queda; de la biblioclastia o destrucción de libros. VI. Libro veo, libro quiero: de la bibliofilia, madre de todos los males, enfermedad o pasatiempo. VII. Los Devotos de su Alteza, o la pasión por las primeras ediciones".

Y así, hasta el año que viene, si Dios quiere (si no es que no pico otra vez).

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02 diciembre 2009

Los nombres y los significados

Las palabras son importantes. Cuando se comenta un texto de ideas, como puede ser la encíclica Caritas in veritate, lo primero es ponerse de acuerdo sobre el significado de los términos que se emplean, v.gr.: caridad, amor, verdad. Esto supone rastrear también el origen o genealogía de las palabras, su etimología y sus equivalencias en otras lenguas (originales o de traducción). Mientras reflexiono sobre la próxima entrada, en que continuaré mi comentario y polémica sobre la encíclica, estoy leyendo algo de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Es una lectura recomendable para aguzar las ideas y la expresión verbal.

Yendo y viniendo de una pregunta a otra de la Suma, me he encontrado esta tarde con un texto tan sugerente, que no me resisto a copiarlo (en latín y castellano) y compartirlo con los amigos y amigas que se asomen a este blog. Creo que el Aquinate ilustra mejor que nadie el método léxico que defiendo. Se encuentra en la primera parte,
quaestio 79, articulus 10 ("utrum intelligentia sit alia potentia ab intellectu"):

Hoc nomen intelligentia proprie significat ipsum actum intellectus qui est intelligere. In quibusdam tamen libris de Arabico translatis, substantiae separatae quas nos Angelos dicimus, intelligentiae vocantur; forte propter hoc, quod huiusmodi substantiae semper actu intelligunt. In libris tamen de Graeco translatis, dicuntur intellectus seu mentes. Sic ergo intelligentia ab intellectu non distinguitur sicut potentia a potentia; sed sicut actus a potentia.

"La palabra inteligencia propiamente significa el acto del entendimiento consistente en entender. No obstante, en algunos libros traducidos del árabe, se llama inteligencias a las sustancias separadas que nosotros llamamos ángeles. Tal vez esto es así porque dichas sustancias siempre entienden en acto. En algunas traducciones del griego, son llamados Entendimientos o Mentes. Por lo tanto, la inteligencia no se distingue del entendimiento como una potencia de otra, sino como el acto se distingue de la potencia." [
S. Th. 1, q.79, a.10].

Por curiosidad, obsérvese que la traducción castellana (que ofrece un blogger argentino) pierde la familiaridad léxica de intelligentia, intellectus, intelligere, cuando interpone los términos 'entendimiento' y 'entender', donde iría tal vez mejor 'intelecto' e 'inteligir'.

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