29 abril 2009

Noticia de libros [Contra Academicos]

Ediciones Encuentro acaba de publicar el diálogo Contra los Academicos de San Agustín, con el texto original latino al pie y en letra más pequeña (una devaluación muy gráfica del latín...). Aunque quienes no se impacienten, pueden esperar a que salga la reimpresión del tomo III de las obras completas de San Agustín en la B.A.C., que se anuncia que está al salir [Escritos filosóficos (2.º): Contra los académicos. El libre albedrío. La dimensión del alma. El maestro. Naturaleza y origen del alma. Naturaleza del bien]. Los académicos contra los que se dirige la discusión agustiniana, son los filósofos herederos de la Academia platónica, y de las posibilidades escépticas del pensamiento de Platón. En la página web de Encuentro, podéis echar un rato hojeando el libro, repasando el índice y leyendo la breve introducción (lo que me exime de mayores explicaciones), pulsando la tecla de Google Books.

19 abril 2009

Ovejas y cabritos


Et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos, "y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos": así reza el símbolo de la fe católica, porque también creemos que seremos juzgados al final de los tiempos, en el Juicio Final. El Evangelio de Mateo describe este juicio venidero con una imagen pastoril que todos entienden: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda (Mt 25, 31-33).

Que se premie a los buenos, y que los malos sean castigados, es una esperanza universal. Si fuese posible, quisiéramos que la justicia definitiva que pusiese a cada uno en su sitio, a buenos y a malos, se realizase ya en esta vida misma. Pero como por amarga experiencia sabemos que no puede ser, porque los malos siempre se salen con la suya, y los buenos sólo ganan en las películas... tenemos la esperanza de que se haga justicia al menos después de la muerte. Es un consuelo compartido por los hombres de todos los tiempos. La fábula de postrimerías con que Sócrates arrullaba sus últimas horas en prisión, esperando beber la cicuta (Fedón 110c-115a), atestigua la antigüedad de la creencia en el juicio de los muertos.

La esperanza en el juicio final, es la esperanza de que no moriremos del todo. La resurrección de los muertos sería increíble si todos los sufrimientos de la humanidad hubiesen sido en vano, y no encontrasen reparación. Benedicto XVI lo ha expresado así, en un importante pasaje de la encíclica
Spe Salvi: "La fe en el Juicio final es ante todo y sobre todo esperanza, esa esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente precisamente en las convulsiones de los últimos siglos. Estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna. La necesidad meramente individual de una satisfacción plena que se nos niega en esta vida, de la inmortalidad del amor que esperamos, es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad" (Spe salvi, 43).

En el Juicio Final el sufrimiento de la humanidad encontrará justa reparación: a la que llamamos nuestra salvación. Dijo el Señor, según se lee en el Evangelio de Juan 3, 17, que Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Nuestra esperanza no está en un proceso contradictorio, con preguntas y respuestas, acusados y defendidos, premios, penas y castigos, que es como nos representamos la justicia imperfecta de este mundo, en que los intereses de unos y otros están divididos y enfrentados. La justicia final que esperamos ha de ser mucho mayor de la que podamos representarnos ahora.

Tal vez la mayor de las sorpresas de esa justicia sin juzgador, es que nos aguarde la salvación a todos, y que al final, después de la muerte, no haya ni buenos ni malos, ovejas o cabritos. La reparación sin castigo repugna a nuestro sentido mundano de justicia, porque pensamos que del mal causado, por necesidad, debe responder algún malhechor. Pero éste es un criterio humano. Nos representamos nuestro destino después de muertos, aplicando prejuicios de andar por casa: no quisiéramos encontrarnos en la gloria, nosotros que pensamos ser "buenos", con la vecindad de algún "malo"; creemos que nuestro juez nos apartará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.

Pero nada sabemos, hasta que llegue la hora. Entretanto, me gusta pensar que el relato del Evangelio de Mateo no pretende tanto describirnos cómo habrá de ser la justicia de ultratumba, que nadie puede conocer en el estado presente, sino que nos enseña la justicia con que debemos tratarnos entre todos, en este mundo, en esta vida, que es la única que tenemos: porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogísteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitásteis; en la cárcel, y vinisteis a mi.

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10 abril 2009

El Cristo del Calvario [Procesión]

Entrada

Un pájaro silba blusas de mayo y exámenes de geografía

Sin embargo Mateo el publicano ya no sabe para qué sirve el dinero
Abren sus verjas los cien parques de la ciudad
El campo brilla solo abandonado a su color
Un sol de comercios cerrados acaricia en los miradores ropa planchada y palomos enfermos
El silencio herido con piedra de sueños lejanos se resume en una sola onda
Voz serena de últimos Sacramentos seduce fúnebre arrastre
Por un momento se conceden vacaciones de nublado a los cementerios de puertos de mar
Parece que se trata como de convencer a alguien
Amistosamente
Poco a poco
Bueno

La caoba jadeante recruje entre lirios deshechos

Cuarenta vidas de cáñamo refriegan militarmente la tierra
Y el Capitán del submarino apresado desfila con su espada por entre sus atónitos enemigos

JUAN SIERRA, El Cristo del Calvario [fragmento], de Álamo y cedro (1982)

[Imagen procedente de la página de la Hermandad del Calvario: El Cristo del Calvario y su reflejo]

07 abril 2009

Ecce homo!


Et exiit iterum Pilatus foras et dicit eis: “ Ecce adduco vobis eum foras, ut cognoscatis quia in eo invenio causam nullam ”. Exiit ergo Iesus foras, portans spineam coronam et purpureum vestimentum. Et dicit eis: “ Ecce homo! ” (Jn 19,4-5). Las instantáneas de este conmovedor misterio, de la Cofradía de San Benito, las he tomado hoy Martes Santo, la de arriba en la plaza del Cristo de Burgos, y la de abajo en el bullicio de la calle Santiago. La imagen del Cristo, Jesús en su presentación al pueblo, es de nuestro imaginero Castillo Lastrucci (1928).


06 abril 2009

72 horas sin fumar

El último pitillo lo apuré, sin mucho convencimiento, a eso de las 9 de la mañana del viernes pasado, 3 de abril. Es la tercera vez que dejo de fumar en serio, y no digo que será la vencida, porque no habré abandonado la condición de fumador hasta que no rinda el último aliento, y de verdad muera sin tabaco. Entre las necesidades reales o inventadas que llevamos a cuestas in hac lacrimarum valle, ninguna más superflua, ociosa, estúpida y hasta sucia como esta de fumar. Y qué difícil es dejarlo, madre mía. Pero cuando uno arroja la última cajetilla a la papelera, descubre que hay vida más allá del cigarrillo entre los dedos. El mundo parece más despoblado sin entreverlo detrás una cortina de humo, pero pronto se nos ensancharán el corazón y los pulmones, dejaremos atrás el efecto de las coronarias, e incluso subiremos los escalones de tres en tres, como cuando éramos chavales...