31 agosto 2008

La rentrée del Parvulario Tomista

Amigos, las vacaciones han terminado, y en unos días se reanudan las clases del Parvulario Tomista...

Id desempolvando vuestras Sumas Teológicas, y vuestros diccionarios latinos, que vamos a comenzar fuerte y con las pilas puestas... ¡Ah, y no os olvidéis del baby... (a rayas azules y blancas)!

Principiaremos por el principio: primera parte, primera pregunta, primer artículo... De Sacra Doctrina...

El plazo de admisión está abierto. A los párvulos asistentes que participen con asiduidad, el magister les expedirá un certificado de aprovechamiento...

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27 agosto 2008

Humilitas

Estos días se cumple el trigésimo aniversario del pontificado de Albino Luciani, Juan Pablo I, que tan sólo se extendió durante treinta y tres días. Una gran impronta en tan breve tiempo debió dejarnos cuando aún le recordamos y lloramos, nostálgicos de una Iglesia menos comprometida con los poderes de este mundo. También quiero compartir con vosotros un texto muy hermoso que le recuerda, leído aquí en internet:

"Hace treinta años se lloraba a Paulo VI y Dios entregó a la Iglesia un papa bueno y fiel. Mucho se ha especulado sobre el destino de la Iglesia si no hubiera muerto de forma inesperada; sin embargo, el mensaje del papa Albino es actual y vigente para la Iglesia que se ve sacudida por las tempestades del escándalo, del cisma, de la reprensión y falta de testimonio. El breve pontificado de Juan Pablo I tuvo directrices contundentes: sencillez, humildad y santidad. Era un mensaje para que la Iglesia se bajara de su aire imperial y hacerse una con el mundo, sin ser del mundo, para volver a la sencillez del Evangelio y guardar, para siempre, la tiara del poder temporal. Juan Pablo I será recordado por sus palabras sencillas que escondían la más grande de las elocuencias; por su imagen frágil que guardaba la voluntad férrea sostenida por el poder del Dios Eterno; por la sinceridad de la sonrisa del sucesor de Pedro que transparentaba la sonrisa del rostro del rabí de Nazareth que extendió la mano al pecador arrepentido.

"Y hoy en este mundo donde parece dominar la soberbia, donde muchos quieren aparecer como los únicos y con la autoridad precisa e indiscutible en sus dichos, resplandecen las palabras del papa Juan Pablo I, como lección a todos los que creemos en Cristo, en el tercer milenio que necesita del testimonio sencillo y poderoso de cada bautizado: “A nadie le dan ganas de creerse casi un santo o medio ángel cuando sabe que ha cometido faltas graves. El Señor lo ha recomendado insistentemente: sed humildes. Aunque hayáis hecho grandes cosas, decid: somos siervos humildes."


Guillermo Gazanini:
26 de agosto de 1978, “Tempestas magna est super me”

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Italian souvenir


Un gran Papa de la Iglesia Católica. Nací durante su pontificado.

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23 agosto 2008

Juan Manuel de Prada, sobre la muerte

Nunca tuve al escritor Juan Manuel de Prada como santo de mi devoción, aunque tengo que quitarme el sombrero con este magistral artículo, publicado en el Abc, a propósito del accidente aéreo de Barajas de este mes de agosto, que quiero reproducir para dar lustre a mi blog:

Las sociedades idolátricas, a diferencia de las sociedades religiosas, no saben afrontar la muerte con naturalidad. Mientras el hombre está sano, la idolatría de la ciencia y el progreso le inspira ideas fatuas, haciéndole creer que es un semidiós; en cambio, cuando está enfermo y no tiene cura (es decir, cuando la ciencia y el progreso se revelan insuficientes o inútiles), al hombre se le dice que vale menos que un gusano. Exactamente lo contrario sucede en las sociedades religiosas, donde al hombre sano se le repite que está hecho de barro y al hombre enfermo se le recuerda que su cuerpo maltrecho será semilla de resurrección. Pero las grandes mentiras de las sociedades idolátricas se muestran todavía más desnudas cuando la muerte acude sin avisar para segar vidas sanas a mansalva, como acaba de ocurrir en este accidente aéreo de Barajas. Ante un acontecimiento luctuoso de esta magnitud, ¿cómo habría reaccionado una sociedad religiosa? Pues habría reaccionado representando autos sacramentales en las calles donde se explicase el poder igualatorio de la muerte, que no respeta ni a los jóvenes, ni a los ricos, ni a los poderosos. Y, al acabar el auto sacramental, un sacerdote habría proclamado las palabras del Evangelio: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven ni roben». Y con esto la gente alcanzaría el consuelo, pues sabría que, si bien la muerte es un ladrón presto siempre a lanzar su zarpazo, hay un territorio donde ese ladrón no tiene jurisdicción, donde florece una vida nueva bajo el sol de la inmortalidad.

Y, frente a este consuelo religioso, ¿qué se nos ofrece en las sociedades idolátricas? Aquí, en lugar de autos sacramentales, tenemos telediarios y noticieros dándonos un tabarrón que no cesa, tratando de explicar cuál ha sido la causa del accidente: que si una avería en el motor, que si un fallo humano, que si patatín, que si patatán. Y, en lugar de un sacerdote que proclame el Evangelio, tenemos una patulea de politiquillos municipales, autonómicos y nacionales hormigueando por doquier, leyendo declaraciones institucionales de un lugarcomunismo grimoso, convocando minutines de silencio («padrenuestros de la nada», que dice mi admirado Ruiz Quintano; esto es: la oración autista y sordomuda de las sociedades que se han olvidado de rezar), prometiendo que tarde o temprano se determinarán responsabilidades, etcétera. Ni las reconstrucciones virtuales del accidente con que nos apedrean los telediarios ni las comparecencias de los politiquillos sirven para nada; pero unas y otras, repetidas machaconamente, dan una impresión de hiperactividad aturdidora que logra espantar del alma las grandes preguntas. Y de eso se trata, al fin y a la postre: pues, si la gente se formulara las grandes preguntas, inevitablemente concluiría que toda la filfa de progreso y bienestar que le han colado como sucedáneo idolátrico de la religión no vale una mierda. Concluiría, en fin, que aquel Paraíso terrenal que le vendieron los politiquillos sigue siendo el valle de lágrimas del que nos hablaba la religión; sólo que la idolatría del progreso, a cambio de un Paraíso terrenal fantasmagórico, nos arrebató la esperanza en el verdadero Paraíso, allá donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que roben. Y toda esa hiperactividad aturdidora que despliegan en estos días -tan retórica, tan archisabida, tan inútil- no es sino el aspaviento de los farsantes que se esfuerzan por mantener entretenida a la gente a la que previamente le han arrebatado el consuelo. Pues consuelo contra la muerte sólo puede traernos quien tiene palabras de vida eterna; lo que nos traen los idólatras es tan sólo cháchara para los telediarios
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"La cháchara de los idólatras" (Abc, 22 de agosto de 2008).

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07 agosto 2008

A new blog is born

Entre las normas no escritas que deben regir en una comunidad bloguera ideal, pienso que figura la de que todos los blogueros seamos generosos, y difundamos los alumbramientos de nuevas bitácoras. Me tienen con la boca abierta los portales de blogs religiosos, en que conviven extraños compañeros de cama... Muchos dómines amargados, que atizan lo mismo a curas y obispos. No sin sorpresa, los blogs que más me satisfacen lo escriben los curas (y también las monjas), por su equilibrio y sentido común, buen humor, y también, por qué no mencionarlo, por el ejercicio de la caridad. En una de estas calurosas noches de insomnio veraniego, he descubierto (¿o tendría que decir, mejor, redescubierto?), el blog de un cura andaluz, por tanto paisano, y que se nos hace muy próximo. Se llama El púlpito, y lo firma Reverendo. Os animo a todos a seguirlo muy de cerca...

01 agosto 2008

Novelas policiacas

"Una de las pocas diversiones intelectuales que aún le queda a lo que aún queda de intelectual en la humanidad es la lectura de novelas policíacas. Entre el número áureo y reducido de horas felices que la Vida me deja que pase, cuento como de lo mejor del año aquellas en las que la lectura de Conan Doyle o de Arthur Morrison me toma la conciencia en brazos.
"Un volumen de estos autores, un cigarro de a 45 el paquete, la idea de una taza de café -trinidad cuyo ser uno es para la mí la conjugación de la felicidad-, en esto se resume mi felicidad. Sería poco para muchos; la verdad es que no puede aspirar a mucho más una criatura con sentimientos intelectuales y estéticos en el ambiente europeo actual.
"Quizá sea para ustedes causa de pasmo, no el que tenga yo a estos autores por predilectos y de dormitorio, sino el que confiese yo que en esta cuenta personal los tengo."

Fernando Pessoa (1914?).

(Cuando me dispongo a leer El banquero anarquista, en la traducción pionera de Miguel Ángel Viqueira).
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