01 julio 2006

Males del mundo, males del alma

"Una sociedad sana difícilmente podrá existir sin el fundamento de individuos sanos". Tal es la conclusión del psiquiatra chileno Claudio Naranjo en su análisis eneagramático de los males del mundo. Al instante nos viene a la mente otros diagnósticos semejantes, formulados por sabios de todos los tiempos. Es lo mismo que dicen los castizos con otras palabras: "tenemos el gobierno que nos merecemos", intuyendo oscuramente (¿o no?) que los vicios de los políticos son ni más ni menos que los del pueblo que los sufre. No es idea de ahora, y forma parte de las tradiciones herméticas. Es un leitmotiv del diálogo platónico Politeia: la ciudad debe componerse de las mismas virtudes que el individuo: justicia, sabiduría, fortaleza y templanza. Aquí va espigada una observación sagaz: "¿No nos será acaso enteramente necesario convenir que en cada uno de nosotros habitan los mismos géneros y comportamientos que en el Estado? Pues éstos no llegan al Estado procedentes de ningún otro lado. En efecto, sería ridículo pensar que la índole fogosa que se imputa a Estados como los de Tracia y Escitia y a las regiones norteñas en general -así como el deseo de aprender que se atribuye a nuestro país [Atenas], o la afición al comercio de los fenicios y de los que habitan en Egipto- no se generara en los Estados a partir de los individuos que hay en ellos" (República, IV, 435e, trad. Conrado Eggers Lan). Ahí Platón se hacía eco de doctrinas médicas antiguas, que concebían al hombre como un microcosmos, un universo en pequeño, y las comunidades humanas (las ciudades, los estados), proyecciones del alma humana.

1 comentario:

  1. Cualquier palabra queda pequeña,
    cualquier fórmula incapaz de definirla; el más grande de los sabios sólo alcanza a comprender la parte que puede ver, oler, tocar,..., que puede percibir. Cualquier intención es un gesto de vida, cualquier vida es un reflejo de su propia muerte.

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